domingo, noviembre 07, 2004

Sendero...

-¿Por qué me abandonas? ¿No sabes cuánto te amo?- Y el humo del cigarrillo en su mano caminaba por el brazo del joven. Mientras, ella caminaba en círculos. La silueta del vestido dibujaba la tensión que Tristán sentía sobre su cuello. Todo parecía acabar. El cigarro en sus dedos quería ser humo. Necesitaba ser humo. No quería estar ahí. Las sombras del cuarto, se escondían bajo los muebles. Nada quería formar parte de esa riña. Paula, ahogaba en su pecho, un grito. Tenía que ser así. -No es que ya no te ame. Tú no me lo demuestras. Antes todo era distinto. Me abrazabas, me hacías el amor cuando sabías que necesitaba ser tuya. Me hablabas para decirme cuanto me extrañabas. Que mi voz era perfecta para ti. Hace tiempo que no estás en mí- Escuchando esas palabras el joven caminaba hacia el estante cerca de la puerta. Paula continuaba reprochando el odio que tenía hacia Tristán. Las piernas le temblaban, el sudor en su frente se hacia más denso. -Me he enamorado de otro. Alguien que me mira, me acaricia, me satisface. Tú has dejado todo por la borda. Tu escuela, tu trabajo, tus libros. Me has hecho a un lado. ¿Qué ha pasado con tu vida? ¿Acaso no valgo nada para ti? ¿La promesa de casarnos a los 25? ¿Qué has hecho de tu vida? ¡Con un demonio! ¡Mírate! ¡Estás hecho una piltrafa! - En efecto, Tristán parecía estar más cerca de la muerte. Como si la estela de la noche fuera su dueña. Flaco casi anoréxico. Con un pelo rizado, maltratado por el tiempo. Unos ojos perdidos. Apenas podía contenerse en pie. Aún así, estaba recargado sobre ese viejo estante. -Paula. Las cosas caen por su propio peso. Nada es igual. Lo sé. La culpa es mía y sólo mía. El no atenderte, saber de ti, peinar tu cabello después de bañarnos. Muchos sentimientos y demás cosas son las que extraño de ti. Pero he comprendido que no eres mía. No me perteneces. Ya eres de otro. A él que te hace el amor. Que vela por ti. Él es tuyo. Yo no. Yo soy del viento. Soy de la luna. Soy de todo y de nada a la vez. Amo mi soledad así como amas ser acompañada. Tú necesitas ser amada.- Tristán seguía hablando y Paula recordaba esos días en la cama, caminando sobre las avenidas de la Ciudad. Sintió esa cálidez que admiraba de su interlocutor. Observaba los ojos de Tristán. Necesitaba estar segura de las palabras: Yo soy del viento... Amo mi soledad... Todo parecía estar muy confuso. Camino hacia la mesa de la sala y tomó su bolso. -¿Y crees que me tragaré ese cuento de la compasión hacia mí? ¿Acaso tengo cara de estúpida? ¡¿Quién te crees?! ¡¿Dios?! - En ese momento, tomó una pistola y apuntó contra el joven. -Los hombres creen tener el control de la vida. ¡Me has dejado por tu obsesión! ¡Por creer que las cosas se componen de finales agrios! - Tristán sólo tomó del bolso de su camisa, otro cigarro. Lo prendió. Tomó dos bocanadas de su presa. Observó a Paula. Entendió muchas cosas. Recordó muchos momentos inentendibles. Cerró los ojos. Sonrió. Estaba en el suelo. Acompañado por ese confidente de nicotina y alquitrán. El sol iluminaba la ventana de su casa.